Aunque las ramas de los arboles más altos
paraban los destellos del sol, la alta humedad hacía que mi camiseta estuviera
empapada de sudor. El cuerpo me pedía agua y más agua y a medida que pasaban los minutos las reservas desaparecían, hasta que llegó lo
inevitable, el momento de racionar.
El sendero, a veces, te llevaba hasta la
orilla del mar y allí se perdía, teniendo que exprimir la cabeza una y otra vez para averiguar cual sería la dirección correcta. Fue en una de las paradas para apaciguar el calor, donde escuché
algún animal correr por la hojarasca. –Joder!!!, se me escapó. Tenía que ser de gran tamaño. Sabía que el
sonido que hace un animal por encima de las hojas secas, muchas veces es menor
de lo que esperas ver, pero en este caso me sobresaltó de verdad.
Aparté algunos arbustos e intenté observar la zona donde había escuchado el sonido, a escasos 5 metros de mí, en el suelo no vi nada, pero a la que levanté la cabeza, vi a un gran Varano (seguramente un Varanus salvator) que estaba subiendo por uno de los árboles, esto no fue todo, a los pocos segundos emprendió una rápida carrera en vertical que lo llevó a la parte más alta, donde otro ejemplar, este más pequeño, intentaba escaparse de un posible ataque, quien sabe si de apareamiento.
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¿Conseguiré ver los escasos Delfines del Mekong?
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Aquí estuvimos una semana entera durante nuestro viaje de ocho meses por el sudeste asiático, que maravillosos recuerdos.
ResponderEliminarSaludos